Meme: recuerdos de infancia
Sao Mai, a través de su Blog Cocinalia, nos ha invitado a responder un Meme que nos trae de vuelta a nuestra tierna infancia: 5 momentos culinarios que hayan marcado nuestra niñez y que nos provoquen nostalgia. Como este es un Blog compartido, Nadia y Hans responderán individualmente. Resta saber si alguno de los recuerdos serán compartidos. Veamos...
Hans
El recuerdo más antiguo y querido que tengo es el sabor y textura del Helado de Agua y Canela que preparaba la nana de mis abuelos. Preparaba una infusión de agua, canela y azúcar, la dejaba enfriar y la vertía en cubeteras para hielo, para que se congelaran. Después venía algo fundamental, donde yo participaba activamente: moler los cubos de hielo en una moledora de carne, de esas antiguas de fierro. Era y sigue siendo uno de mis postres preferidos.
Este ratón sibarita desde la más temprana niñez ha tenido una predilección por el zapallo. Cuando bebé sólo comía si me intercalaban una cucharada de comida y otra de zapallo dulce molido. Avanzaron los años y viviendo en el sur de Chile, en un día de torrencial lluvia, una nana sureña nos preparó cortes de zapallo asados al horno (zapallo tipo camote o de guarda, el clásico zapallo chileno, grande, sedoso y con verdadero color zapallo), regados con miel de abejas. Absolutamente divino. Ya en la adolescencia, viviendo en Brasil, probé otro de mis postres preferidos: Cubos de Zapallo en Almíbar. Este postre es característico de la cocina minera (del Estado de Minas Gerais). Para los golosos, esta es la receta. Ojo que no es nada fácil de conseguir. Ingredientes: 1 1/4 kilo de zapallo (el ideal es el Butternut o Americano, que es pálido y consistente), 1 kilo de azúcar, 3 cucharadas de cal viva (se compra en ferreterías), 2 clavos de olor y 2 ramitas de canela. Preparación: se corta el zapallo, se le sacan las pepas y las fibras, se pela y se corta en cubos de 3 x3 cm. Disolver la cal en 2 litros de agua fría, (la cual se calentará espontáneamente debido a la cal viva). Adicionar los cubos de zapallo y dejarlos remojando por unas 6 horas. A continuación, escurrir los trozos de zapallo y lavarlos en abundante agua unas 3 veces. Entonces adicionar el azucar en una olla, verter por encima agua fría, y agregar el zapallo, el clavo de olor y la canela. Cocinar a fuego medio, hasta que los cubos de zapallo queden translúcidos y se haya formado un almíbar medianamente espeso. Dejar enfriar y llevar al refrigerador por algunas horas. Servir en en su caldo. Se pueden guardar en conserva, mediante frascos esterilizados.
Siguiendo con el Meme, no puedo dejar de mencionar mi postre preferido, que mi querida madre me prepara cada cierto tiempo para no olvidar las manos que me transmitieron el amor por la cocina. Se trata de la Leche Nevada. Servida muy fría, con abundantes copos de nieve hechos con clara de huevo batida, y espolvoreada con coco rallado. Simplemente sublime.
Los amigos pueden haber quedado con la impresión que soy dulcero. Pues se equivocan. Lo que sucede es que después de las comidas necesito algo dulce, pero en pequeñas porciones. No sería capaz de asaltar el refrigerador y atragantarme con un frasco de manjar (dulce de leche) o un buen trozo de torta. Siempre voy por lo salado, donde cada vez estoy comiendo con más mesura, dando preferencia a la calidad y a la variedad de sabores, que a la cantidad. Ya no soy el adolescente que fue capaz una vez de comer tres y media pizzas familiares, de una sola vez. Y además pedir helado de postre y un café. Hablando de masas, me recuerdan otro momento culinario inolvidable. Se trata de la Lasagna Verde con Salsa Marinera, que este humilde ratón ideó un bello día. Pero esa es una receta que más adelante compartiré con ustedes. De chuparse los bigotes...
Bueno, me queda el último. Y lo dejé para aquél que más nostalgia me trae. Muchos años atrás, salí de paseo con uno de mis abuelos hacia el Cajón del Maipo. Era el mes de diciembre. Salimos los dos solos, en dirección al Refugio Alemán. Como era plena época de deshielos, parte del camino estaba intransitable, y tuvimos que realizar grandes esfuerzos para cruzar los caminos de montaña. Se nos hizo algo tarde y nos asaltó el hambre. Divisamos a lo lejos una casa de campo, bastante humilde, con una buena parra y un gran horno de barro, que soltaba humo. Así que nos acercamos, rogando que hubiera algo para comer. Nos atendió una modesta señora que nos ofreció lo único que tenía: Porotos Viejos, cocidos con cuero de chancho, y una Ensalada de Tomate de Potrero a la chilena (con cebolla picada y cilantro). Lo comimos en un plato de greda, junto con una Tortilla de Rescoldo con Chicharrones, acompañado de un excelente vino Cabernet Sauvignon de la cava de mi otro abuelo. Fue absolutamente exquisito. Jamás volví a probar algo igual. Y de postre comimos unas exquisitas peras de agua. No faltaba contarles que no llegamos a nuestro destino, pero regresamos felices, con la guatita llena y el corazón contento. Abuelo, espero que donde estés, no te falte la fruta, el pan, el vino y el queso.
Saludos y Salud, amigos!!
Hans
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Nadia
El primer recuerdo que acude a mi mente, corazón y papilas gustativas es el pan amasado que hacía (y aún hace) mi abuela paterna. Cuando ella vivía en Santiago, los fines de semana solíamos visitarla, atravesando la ciudad de un extremo a otro en micro (viaje que para mí adquiría las dimensiones de toda una aventura), y mientras con mi hermano veíamos televisión: Los Dukes de Hazzard, El Auto Fantástico, Sábados Gigantes, etc... la abuelita, batiendo la lengua junto a mi madre, amasaba el pan. Apenas salía del horno nos sentábamos a tomar té... ah, panes redondos, perfectos, dorados por fuera, blandos, calientitos y deliciosos por dentro, untados con mantequilla hecha en casa. Volvía a mi casa satisfecha y feliz. Aún no aprendo a hacer el pan como ella, tarea pendiente.
El papá de mi papá, en aquellos tiempos, trabajaba en el Café Paula como maestro pastelero. Los fines de semana llevaba a la casa unas ricas tortas de hojarasca con crema pastelera, y en verano, unos deliciosos helados de leche, generalmente de frutilla, el sabor preferido de mi abuela. Comprenderán que disfrutaba mucho ir a verlos... pero lamentablemente, mi abuelo sufrió un ataque de trombosis que lo tuvo "a media máquina" un buen tiempo, con parálisis parcial y dificultades para comunicarse... murió hace más de diez años.
Mi madrina es quien, en la familia, tiene el don. El don de cocinar cosas exquisitas. Su especialidad es la repostería, pero además de preparar una inolvidable torta pompadour, cuando era niña me regaloneaba con empanadas de queso; me encantaba morderlas y verificar que estaban llenas de queso fundido (no como las que se compran, que tienen sólo un pedacito) para luego extender mi brazo derecho formando una laaaaaarga tira de queso, hasta que se cortaba... y repetir el procedimiento con cuantas empanadas pudiese comer.
Por último, mi abuela materna, que vive sola en un pueblo de la séptima región, tiene en su terreno varios frutales, pero en su gran mayoría son cerezos. En sus años de prosperidad, cuando su negocio (almacén) marchaba bien, la huerta y los árboles estaban bien cuidados, y criaba gallinas, gansos, pavos y conejos, nos invitaba para la cosecha de las guindas "corazón de paloma" (aunque tenía un par de árboles que producían guindas ácidas, más aptas para el enguindado), que nosotros, los nietos vivarachos, consumíamos directamente del árbol. Se separaba una cantidad para secar, otra para vender, otro poco para mermelada y el resto se repartía entre la familia. Hoy, la cosecha es escasa, las cosas para mi abuela no marchan muy bien, lo relatado es sólo un buen recuerdo, y... me dio un poco de pena.
Nadia