jueves, abril 21, 2005

La huerta de mi abuela.

Sé que mi abuela paterna jamás leerá esto (con suerte sabe colocar cassettes en su radio, pero meterse a Internet...), pero aquí va un pequeño homenaje.

Gracias a ella me enteré que hay dolencias menores que pueden aliviarse con hierbas, o cataplasmas de barro. Solía decir:

- "Pero si esto (menta, paico, matico, boldo, etc.) es muy bueno para..."; acto seguido, colocaba unas hojitas frescas de la hierba en cuestión en una taza de agua caliente para ella misma o para quien lo requiriera.

- "Acuéstese no más y le hago una cataplasma de barro" (¡que de verdad funciona!).

En todas las casas que ha habitado se procura de un espacio en el jardín o patio para tener su pequeña huerta, y sus orgullo es máximo cuando lleva a la mesa algo cosechado de ahí: tomates, ajíes, zapallitos, en fin...

Así pues, no le hago el quite a las aguitas (léase con los puntitos correspondientes que este teclado no puede colocar) de hierbas, y me gustaría en algún momento, saber armar una huerta, iniciativa que no ha brotado espontáneamente de mí... o sea, requiere bastante paciencia y dedicación, pero creo que valdría la pena intentarlo; por último, si luego vivo en dpto., cultivaré mis hierbas en maceta.

Además, en materia culinaria, si bien el arroz me queda tan rico como a ella (lo preparo según sus preceptos), no se puede ir de este mundo sin haberme heredado sus recetas de mermeladas y de pan amasado.

Se vienen otros capítulos dedicados a "La Botica de Nadia", para hacerle honor a la otra mitad temática de este blog.